Las Escrituras nos cuentan que Yahweh llamó a Abraham y le dijo: Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré. (Entonces) Haré de ti una gran nación; te bendeciré y te haré famoso, y serás una bendición para otros. (Génesis 12:1-2 NTV). ¿Por qué tendría Abraham que dejar atrás su trasfondo cultural, social, y familiar para recibir la bendición que Dios quería darle? El Señor sabía que este hombre venía de una cultura profundamente pagana e idólatra. El propósito divino era que él rompiera con toda herencia espiritual de pecado y comenzara a construir un fundamento totalmente nuevo para su familia y sus descendientes después de él.
Todos tenemos un trasfondo social, cultural y familiar, que sirve como filtro para nuestra cosmovisión. ¿De dónde vinimos? ¿Cómo vivieron nuestros padres? ¿Qué hemos aprendido en el transcurso de nuestra vida? Todos estos factores tienen un gran peso a la hora de interpretar la realidad.
Es posible que, durante este estudio, tú también sientas que hay elementos y prácticas de tu cultura o tu familia de base, que no necesariamente se conforman a la Ley de Dios. Muchas veces pasan años antes de que podamos juzgar con claridad y llegar a ver que, casi inconscientemente, hemos adoptado muchos de esos patrones, costumbres y conductas negativas, nosotros mismos.
El pueblo de Israel pasó largos años en el Antiguo Egipto. Es por eso que al salir de allí para formar una nueva identidad nacional, ellos llevaron consigo muchas de las costumbres religiosas de sus amos egipcios. Para dejarles claro lo que Yahweh esperaba de ellos, Moisés les dio una serie de regulaciones y ordenanzas relacionadas con la santidad práctica, a los que llamaremos el Código de Santidad (Levítico 17-26).
Sé lo que estás pensando, ¿Más regulaciones? ¿Por qué debería interesarme por estos temas? Bien, ¿Te has preguntado alguna vez si Dios está complacido con tu estilo de vida? ¿Cómo saber si vas por el camino correcto? ¿Cómo juzgar si alguien realmente camina en santidad? El código nos ayudará a entender qué espera Dios de nosotros de una manera muy práctica y directa.
El primer aspecto que encontramos a lo largo del capítulo 17 del libro (Levítico) está estrechamente ligado a la sangre en el contexto de la idolatría.
Levítico 17:1-4 (NTV)
Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Da las siguientes instrucciones a Aarón, a sus hijos y a todo el pueblo de Israel. Esto ha ordenado el Señor: si algún israelita de nacimiento sacrifica un toro, un cordero o una cabra, dentro o fuera del campamento en vez de llevarlo a la entrada del tabernáculo para presentarlo como una ofrenda al Señor, esa persona será tan culpable como un asesino. Esa persona ha derramado sangre y será excluida de la comunidad.
A primera vista, es difícil entender este mandato. ¿Debería alguien que sacrifica un animal sin llevarlo a la entrada del Tabernáculo, ser culpable de asesinato, literalmente culpable de sangre? Si continuamos leyendo el pasaje nos daremos cuenta de cuál era el verdadero sentido de esta ley (V. 7): Y ya no sacrificarán sus sacrificios a los demonios con los cuales se prostituyen... Al parecer, los israelitas habían adquirido la costumbre pagana de sacrificar y ofrecer sus alimentos a los ídolos. En ese caso, el objetivo de este mandamiento era el de sustituir esta práctica por una que glorificara al único Dios de Israel.
La expresión utilizada aquí es ídolos con forma de cabra. En muchas culturas antiguas existen referencias a dioses con forma de cabra. Es posible que el origen de este culto pagano se remonte al Antiguo Egipto, de donde pasó a otras culturas milenarias como la Antigua Babilonia, Grecia y Roma. Se dice que la creencia en estas criaturas místicas, mitad hombre mitad carnero o macho cabrío, son la razón principal por la que se representa a Satanás con atributos de cabra hasta hoy.
Seguramente, con todo lo que está pasando a nivel mundial, has escuchado hablar de la pan-sexualidad. El prefijo pan, que significa todo, proviene del dios griego con el mismo nombre. El semi-dios Pan era representado como un híbrido humano con cuernos, cola, patas y pezuñas de carnero. Los griegos lo consideraban el protector de los pastores y sus rebaños; sin embargo, las características negativas más sobresalientes de este demonio eran la impulsividad, la ira, la carnalidad y la lujuria desmedida. Se decía que habitaba en los bosques y se escondía detrás de la maleza para espiar a mujeres y ninfas, sosteniendo relaciones sexuales con personas de ambos sexos y animales por igual. También se dice que Pan podía llegar a poseer a las personas, de la misma forma en que hoy conocemos que puede hacerlo el Diablo.
Sin lugar a dudas, la mitología antigua nos abre una gran ventana al estudio de la Demonología. Pienso que usted comprenderá fácilmente mi mensaje. No es casualidad que estas tendencias, así como el pensamiento que las acompaña, hayan llegado hasta nuestros días y sigan cobrando fuerza en los últimos años.
Yahveh instruyó a su pueblo a convertir sus comidas especiales en ofrendas de paz. ¿Recuerdas el propósito de los sacrificios de paz de nuestros primeros estudios? Luego de quemar la grosura sobre el altar, las ofrendas de paz se convertían en comidas festivas con el objetivo de expresar amistad, paz y compañerismo con Dios y con el prójimo.
Las ofrendas de paz prefiguran la mesa del Padre, a la cual usted y yo hemos sido cordialmente invitados. Dios quiere que usted sea parte de su familia y disfrute de plena comunión con él; pero usted no podrá entrar a la celebración del Padre mientras continúa tomando el té con el enemigo de su alma. El Señor demanda un compromiso total y exclusivo!
1 Corintios 10:18-22
Piensen en el pueblo de Israel. ¿No estaban unidos al comer de los sacrificios del altar?
¿Qué es lo que trato de decir? ¿Que la comida ofrecida a ídolos tiene alguna importancia o que los ídolos son dioses verdaderos? No, de ninguna manera. Lo que digo es que esos sacrificios se ofrecen a los demonios, no a Dios. Y no quiero que ustedes tengan parte con los demonios.
Ustedes no pueden beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios. No pueden comer de la Mesa del Señor y también de la mesa de los demonios.
¿Qué? ¿Acaso nos atreveremos a despertar los celos del Señor? ¿Piensan que somos más fuertes que él?
El primer punto en el código de santidad práctica es este: Dejen de sacrificar a los demonios! El segundo punto tiene que ver con la sangre. En las Escrituras, la sangre simboliza la vida misma. El Señor habló con Noé y su familia después del diluvio universal y les dijo: Todo lo que se mueve y tiene vida les será para alimento. Todo lo doy a ustedes como les di la hierba verde. Pero carne con su vida, es decir, con su sangre, no comerán (Génesis 9:3-4) Esta misma prohibición se encuentra reiterada en el libro de Levítico.
Levítico 17:10-11a
Si algún israelita de nacimiento o extranjero que viva entre ustedes come o bebe sangre en cualquier forma, yo me pondré en contra de esa persona y la excluiré de la comunidad, porque la vida del cuerpo está en la sangre.
Los versos siguientes nos dan una segunda razón para no consumir sangre:
v. 11b-13a
Les he dado la sangre sobre el altar con el fin de purificarlos, para hacerlos justos ante el Señor. Es la sangre, dada a cambio de una vida, la que hace posible la purificación. Por esta razón le he dicho al pueblo de Israel: “Nunca coman ni beban sangre, ni ustedes ni los extranjeros que vivan entre ustedes".
Si algún israelita de nacimiento o extranjero que viva entre ustedes va de caza y mata un animal o ave que se permite comer, deberá escurrirle la sangre...
Recordarás que la sangre es también un regalo de Dios para la expiación de pecados en Cristo. Es muy interesante que este mandamiento sobre abstenerse de la sangre, junto al de abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, se encuentra contemplado en Hechos 15, como uno de los requisitos indispensables que debían obedecer los primeros creyentes no judíos. Eso demuestra que Dios aún está interesado en que nosotros respetemos la sangre como símbolo y recipiente de la vida misma. Tampoco es casualidad que este tema se incluya en un contexto de advertencia contra la idolatría. En muchas prácticas paganas y ocultistas se utiliza la sangre, y aún se bebe. Esta es una manera en la que los involucrados, conscientes o no, ofenden a Dios, el Autor y Redentor de toda vida, haciendo pacto con los demonios y poniéndose a sí mismos bajo maldición.
Las Escrituras hablan de la maldición que viene por derramar sangre inocente. ¿Recuerdas la historia de caín y Abel?
Génesis 4:9-11
Entonces el Señor dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». Y él respondió: «No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?». Y el Señor le dijo: «¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra. Ahora pues, maldito eres de la tierra, que ha abierto su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.
Esta maldición se describe más adelante, donde el Señor habla con Noé y su familia:
Génesis 9:5-6
De la sangre de ustedes, de la vida de ustedes, ciertamente pediré cuenta: a cualquier animal, y a cualquier hombre, pediré cuenta; de cada hombre pediré cuenta de la vida de un ser humano.
El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre.
¿Qué importancia tiene para nosotros conocer de esta maldición? Quiero pedirte que tengas un poquito de paciencia mientras leemos un verso muy especial en Números 35:33.
Números 35:33
Así que no contaminarán la tierra en que están; porque la sangre contamina la tierra, y no se puede hacer expiación por la tierra, por la sangre derramada en ella, excepto mediante la sangre del que la derramó
Según este pasaje el derramamiento de sangre inocente contamina la tierra. Este palabra contaminar, puede traducirse también como corromper, manchar o profanar. Las Escrituras están mostrándonos que hay una demanda de justicia que no puede ser removida tan fácilmente. Esta demanda viene de parte del Dador de la Vida y está sujeta a un territorio geográfico donde ocurre esta profanación. Por esta razón, cuando una persona asesina a otra de manera planificada e injustificada, él o ella merece la pena de muerte.
¿Qué sucede cuando el asesino de un inocente sale libre sin sufrir su castigo? Entonces, según este pasaje, la tierra sigue maldita a causa de esta demanda de justicia divina. No era posible para los israelitas satisfacer usa demanda mediante ningún sacrificio animal; la maldición sigue vigente. Tal vez recordarás por qué causa mandó Jehová el diluvio sobre la Tierra; la Escritura habla de un aumento descontrolado de la violencia.
Génesis 6:13
Entonces Dios le dijo a Noé: «He decidido destruir a todas las criaturas vivientes, porque han llenado la tierra de violencia. Así es, ¡los borraré a todos y también destruiré la tierra!
Este principio sobre la maldición de la tierra puede encontrarse a través de toda la Biblia, sin embargo veamos solamente dos ejemplos más. El primero se relaciona con el cautiverio del Reino del Sur, Judá. Le pido que preste especial atención a quién es el que hizo que Judá fuera destruida por sus enemigos y por qué lo hizo.
2 Reyes 24:2-4
Entonces el Señor mandó contra Judá bandas de saqueadores babilonios, arameos, moabitas y amonitas a fin de destruirla, tal como el Señor lo había prometido por medio de sus profetas.
Estas calamidades le sucedieron a Judá por orden del Señor. Él había decidido expulsar a Judá de su presencia debido a los muchos pecados de Manasés, quien había llenado Jerusalén con sangre inocente. El Señor no perdonaba eso.
Esta claro que fue Jehová quien decidió el juicio de Judá a causa de los pecados de Manasés. ¿Quién fue Manasés y qué hizo él? Manasés fue rey en Jerusalén durante 55 años y fue el gobernante más detestable de la historia del pueblo de Dios. Además de reedificar todos los altares y santuarios paganos en el territorio de Judá, él puso sus altares e imágenes dentro del mismo Templo de Jehová. Practicó la hechicería y la adivinación, consultó a los médiums y videntes de sus dioses paganos, e inclusive llegó a sacrificarles a su propio hijo en el fuego. El asesinó a tanta gente, que llenó a Jerusalén de sangre inocente, de un extremo a otro (2 Reyes 21)
El segundo ejemplo que quiero ponerle se encuentra en el Salmo 106: 36-42:
Rindieron culto a sus ídolos, y eso resultó en su ruina. Hasta sacrificaron a sus propios hijos e hijas a los demonios. Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos e hijas.
Al sacrificarlos a los ídolos de Canaán, contaminaron la tierra con asesinatos (...) Por eso, el enojo del Señor se encendió contra su pueblo, y él aborreció a su posesión más preciada. Los entregó a las naciones paganas y quedaron bajo el gobierno de quienes los odiaban.
¿Cuál es la sangre inocente que derramaron los israelitas aquí? Ellos llegaron a practicar el sacrificio de niños a los dioses paganos. ¿A quiénes estaban realmente sacrificando sus hijos? A los demonios!
Esta semana estuvimos hablando brevemente sobre el aborto en mi trabajo. Recuerdo que hubo una persona que expresó su opinión de la siguiente forma: No me importan cuáles sean las leyes sobre el aborto. Si una mujer puede decidir sobre la vida de su hijo sólo momentos antes de darlo a luz; esa es su responsabilidad, no la mía. ¿Piensa usted de esta manera?
Las Escrituras son bastante explícitas con respecto a nuestra responsabilidad individual, pero también nos hablan de una responsabilidad colectiva. Sin lugar a dudas, esa responsabilidad caerá sobre cualquier pueblo o nación que permita que más sangre inocente sea derramada cada día. No sólo es culpable de sangre, también lo es de idolatría, y usted jamás debería ser parte de eso!
Ya sea que usted tenga o no una parte de responsabilidad personal en cualquiera de estos pecados, le invito a venir al Señor con una actitud de sincero arrepentimiento y temor de Dios en estos tiempos finales. Quiero animarle a orar cada día, tomando muy en serio lo que dice 2 Corintios 6:17-18:
Por lo cual, ¡Salgan de en medio de ellos, y apártense! -dice el Señor- No toquen lo impuro, y yo los recibiré,
y seré para ustedes Padre, y ustedes me serán hijos e hijas,
dice el Señor Todopoderoso.
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