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El Principio de la RestituciĆ³n

Foto del escritor: Ivonne MontejoIvonne Montejo

Actualizado: 5 oct 2019

LevĆ­tico 6. 1-5

HablĆ³ JehovĆ” a MoisĆ©s, diciendo:

Cuando una persona pecare e hiciere prevaricaciĆ³n contra JehovĆ”, y negare a su prĆ³jimo lo encomendado o dejado en su mano, o bien robare o calumniare a su prĆ³jimo,

o habiendo hallado lo perdido despuƩs lo negare, y jurare en falso; en alguna de todas aquellas cosas en que suele pecar el hombre,

entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirĆ” aquello que robĆ³, o el daƱo de la calumnia, o el depĆ³sito que se le encomendĆ³, o lo perdido que hallĆ³,

o todo aquello sobre que hubiere jurado falsamente; lo restituirĆ” por entero a aquel a quien pertenece, y aƱadirĆ” a ello la quinta parte, en el dĆ­a de su expiaciĆ³n.


Habiendo escuchado esta introducciĆ³n al capĆ­tulo 6, nos percatamos inmediatamente de que a diferencia del capĆ­tulo anterior donde hablamos del pecado cometido en ignorancia o por yerro, en esta secciĆ³n MoisĆ©s recibe instrucciones acerca del pecado cometido a sabiendas. Algunas faltas que entran dentro de esta categorĆ­a, por decirlo de alguna manera, son: el robo, la calumnia, y la mentira; aunque la frase al final del v. 3 indica que la lista sigue.



Notemos que en este caso no se menciona la confesiĆ³n como en el capĆ­tulo 5, sino que se requiere la restituciĆ³n del daƱo u objeto robado mĆ”s una quinta parte de su valor. La palabra restituir significa restaurar, restablecer o compensar por una pĆ©rdida. El principio de la restituciĆ³n estĆ” presente y patente en nuestro sistema legal hasta hoy, sin embargo raramente se aplica en el sentido espiritual y de las relaciones humanas. La ley obliga al culpable a pagar por las pĆ©rdidas ocasionadas, pero es incapaz de proveer compensaciĆ³n en el Ć”rea emocional.


En muchas ocasiones el pecado crea una brecha en la vida de la otra persona, la cual no puede ser fĆ”cilmente superada con una sinple disculpa. Pensemos por ejemplo en el caso de una madre joven que abandona el hogar; aĆŗn se nos hace difĆ­cil imaginar una manera de compensar a esta familia por el dolor ocasionado. Si la misma persona regresara aƱos mĆ”s tarde para tratar de recuperar el amor de los hijos, quĆ© crees que encontrarĆ­a? En primer lugar, encontrarĆ­a una gran cantidad de daƱo emocional que no ha sido restituĆ­do. Dicho de otra manera, la Biblia nos enseƱa que donde hay daƱos, debe haber restituciĆ³n.


Uno de los ejemplos mĆ”s hermosos de restituciĆ³n se encuentra en el Evangelio de Lucas 15.11-32, donde leemos la conocida parĆ”bola del hijo prĆ³digo: un joven que decide heredar a su padre en vida y marcharse de casa para malgastar el dinero en toda clase de placeres y vicios. La historia cuenta que luego de quedarse sin nada, el joven terminĆ³ reducido a una situaciĆ³n humillante como mendigo criador de cerdos y decidiĆ³ volver a su padre. AĆŗn estaba lejos de la entrada cuando su padre lo viĆ³ venir. Al notar la decadente imĆ”gen de su hijo, el anciano fue movido a misericordia y saliĆ³ corriendo a su encuentro. La Biblia relata cĆ³mo el padre, dejando de lado todo rencor, puso manos a la obra para restaurar el daƱo causado por el pecado de su hijo:


1. El padre abrazĆ³ y besĆ³ a su hijo al encontrarlo en el camino.

2. MandĆ³ a vestirlo y calzarlo.

3. Le devolviĆ³ el anillo de la familia.

4. Hizo matar el becerro mĆ”s gordo para Ć©l y lo recibiĆ³ con una gran celebraciĆ³n.


No fue el ofensor, sino el ofendido, es decir, el padre quien decidiĆ³ dar un paso al frente para restituir el alma de su hijo, fĆ­sica y emocionalmente. Esta parĆ”bola nos ayuda a comprender la posiciĆ³n de nuestro Padre Celestial con respecto al hombre pecador. BĆ”sicamente, Ć©l sigue esperando el momento de correr hacia cada uno para abrazarlo y restaurar el daƱo causado por el pecado.


En los versƭculos 6-7 de Levƭtico 6 leemos que ademƔs de restituir a la otra persona y aƱadir una quinta parte, el culpable debƭa traer un sacrificio al SeƱor:

Y para expiaciĆ³n de su culpa traerĆ” a JehovĆ” un carnero sin defecto de los rebaƱos, conforme a tu estimaciĆ³n, y lo darĆ” al sacerdote para la expiaciĆ³n.

Y el sacerdote harĆ” expiaciĆ³n por Ć©l delante de JehovĆ”, y obtendrĆ” perdĆ³n de cualquiera de todas las cosas en que suele ofender.


Esta ofrenda expiatoria por el pecado no era un sacrificio voluntario, sino obligatorio, a fin de que el culpable fuera perdonado. JesĆŗs muriĆ³ en la cruz, no sĆ³lo para perdonarnos por nuestras ofensas, sino tambiĆ©n para restaurarnos fĆ­sica, emocional y espiritualmente. Puede que algunos de nosotros nos sintamos profundamente heridos a causa de traumas y experiencias dolorosas en el pasado. La Biblia dice que Dios mismo enjugarĆ” toda lĆ”grima de nuestros ojos y nos harĆ” completos en Ć©l. No deberĆ­amos pasar por alto que esta restauraciĆ³n tuvo un precio de sangre, tal como lo dice 1 Corintios 6.20:


Porque habƩis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espƭritu, los cuales son de Dios.


Ya que hemos estado hablando acerca de la restituciĆ³n, quĆ© dice el Nuevo Testamento sobre esta prĆ”ctica dentro del pueblo cristiano? Leamos GĆ”latas 6.1:


Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espĆ­ritu de mansedumbre, considerĆ”ndote a ti mismo, no sea que tĆŗ tambiĆ©n seas tentado.


La palabra griega para 'restaurar' aquĆ­ es katartizo y se utilizaba para describir el acto de poner en su lugar los huesos rotos o remendar redes de pesca. En otras palabras, la restituciĆ³n deberĆ­a ser un proceso cuidadoso mediante el cual una persona es restaurada a su estado original dentro del cuerpo de creyentes. El apĆ³stol Pablo resalta la importancia de tener un espĆ­ritu manso a fin de ejercer autoridad con amor, humildad, y paciencia. QuizĆ” la mejor manera de tratar con alguien que "ha sido sorprendido en alguna falta", es mostrando empatĆ­a y considerĆ”ndose uno mismo como una persona expuesta a tentaciones semejantes y vulnerable al pecado.


Cristo nos dejĆ³ ejemplo para que seamos gente que restaura a otros, aĆŗn cuando no estemos en la posiciĆ³n del ofensor; cuĆ”nto mĆ”s, sabiendo que hemos ofendido a alguien, deberĆ­amos estar dispuestos, no sĆ³lo a pedir perdĆ³n, pero tambiĆ©n a restituir al otro por el daƱo causado.


Cuando Zaqueo se encontrĆ³ con JesĆŗs, un detalle bastante oscuro de su vida saliĆ³ a relucir. Zaqueo era jefe de los publicanos, y se habĆ­a enriquecido en el oficio de recaudaciĆ³n de impuestos para Roma. No en vano su mala reputaciĆ³n le precedĆ­a, sino que estaba acostumbrado a robar y extorsionar a la gente comĆŗn. Luego de que JesĆŗs entrara en su casa ese dĆ­a, no sĆ³lamente Ć©l se arrepintiĆ³ de su comportamiento deshonesto, sino que entendiĆ³ la necesidad de restituir lo robado (Lucas 19.8)


Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al SeƱor: He aquƭ, SeƱor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.


Al escuchar estas palabras, el SeƱor JesĆŗs supo que se encontraba ante un caso de arrepentimiento genuino y dijo: "Hoy ha venido la salvaciĆ³n a esta casa." No hay duda de que el principio de la restituciĆ³n es uno que deberĆ­amos practicar si en realidad hemos nacido de nuevo en Cristo.



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