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Foto del escritorIvonne Montejo

Fe de Cabina

Actualizado: 23 may 2020

El pasado año hice un par de viajes largos. Me subí en un avión para permanecer en el aire por catorce horas seguidas hasta mi primera escala. No era la primera vez que viajaba en avión, pero debo reconocer que esta vez lo hice literalmente por fe.

No digo esto a la ligera, sino después de haber aplicado conscientemente la definición bíblica de Hebreos 11:1. Veamos, primeramente la fe es la seguridad de recibir lo que se espera, y yo esperaba llegar a mi destino sana y salva; también esperaba regresar con bien a mi familia una vez cumplido el plazo del viaje. Recuerdo que tenía frente a mí una pantalla de televisión donde podía ver una simulación del viaje en tiempo real. Mientras miraba el pequeño avión cruzar sobre continentes y mares una distancia de miles y miles de kilometros, pensaba en mi hijo. ¿Cómo me atreví a dejarlo atrás con la familia para irme a una aventura al otro lado del mundo? ¿Acaso no corría el riesgo de que algo pudiera suceder y que no volviera a verlo? Claro que sí, pero yo esperaba volver a él!



Según el autor de Hebreos la fe es estar convencido de lo que no se ve (‭NBV‬‬). Poco después del despegue escuchamos la voz del piloto que salía por los altavoces del avión. Por primera vez confieso que no entendí una sola palabra de su breve y emotivo discurso de bienvenida. Al principio su voz se escuchaba firme y segura mientras fluía con rapidez en una lengua totalmente desconocida para mí, pero luego vino la traducción al inglés... Su acento era terrible! Su lengua atropellaba las palabras en un esfuerzo inútil por cumplir con el protocolo. En ese momento pensé: “Creo que le estoy confiando mi vida a una persona con la que apenas puedo comunicarme!”


En realidad mi fe me llevó mucho más lejos ese día; me llevó a asumir por lo menos tres cosas:


1. Que un enorme pájaro de hierro, cargado hasta el tope con personas y equipaje, sería capaz de elevarse por encima de las nubes para mantenerse flotando en el aire. Sé que los aviones vuelan pero en realidad no conozco bien las leyes físicas que lo hacen posible.


2. Que había alguien al timón, y que esa persona estaba plenamente capacitada para dirigir el enorme pájaro y tomar las decisiones pertinentes. Es cierto que escuché su voz, pero nunca lo ví, ni lo entendí.


3. Que el avión estaba en óptimas condiciones para volar y tenía suficiente combustible para permanecer en el aire durante catorce horas seguidas, o quizá un poco más (Eso último me pareció bastante increíble).


Miraba por la ventana más cercana el movimiento violento de las aspas sometidas a la presión del viento. Sabía que un pequeño desperfecto podría arruinarlo todo de repente, pero no me preocupaba por los detalles técnicos, no me agobiaba el no haberme leído un manual de mecánica aérea la semana anterior al viaje, ni les pedí un reporte especial sobre las condiciones del tiempo; sólo asumí que todo estaba bien.


Mientras admiraba la belleza del paisaje terrestre convertido en óleo de miniaturas vivientes, y disfrutaba al sentirme flotar entre las nubes como en un inmenso mar de formas blancas y luminosas, entendí que la fe no es un concepto anticuado, irracional o abstracto. La fe es un comportamiento natural y lógico. La fe es un elemento cotidiano.







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