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Foto del escritorIvonne Montejo

La Tribulación y la Verdad Sobre el Rapto (Parte 4)

Actualizado: 21 ago 2022

No es secreto para nadie que antes de la Segunda Venida de Cristo, ha sido profetizado un tiempo de gran tribulación que es motivo de muchas discusiones teológicas. De niña, siempre escuchaba decir que la iglesia de ninguna manera atravesaría por este período de gran angustia y persecución, ya que Dios jamás consentiría en derramar Su ira sobre aquellos que El mismo había salvado. Un par de versículos saltan a mi memoria. El primero se encuentra en 1 Tesalonicenses 5:9 RV60: Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. El segundo verso que recuerdo es parte del mensaje que el apóstol Juan recibe del Cristo resucitado específicamente para la iglesia de Filadelfia, y dice así: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra (Apocalipsis 3:10 RV60).


Para ser honesta, creo que todos nos consolábamos a nosotros mismos al escuchar estas dulces promesas de protección, que interpretábamos como la absoluta garantía de un rapto que podía ocurrir literalmente en cualquier momento. Tristemente, en ese entonces no reparábamos demasiado en el contexto bíblico, ni buscábamos entender por qué justo en el capítulo anterior, el mismo Juan escribe de parte del Mesías a la iglesia de Esmirna, diciendo: No tengas miedo de lo que estás por sufrir. Te advierto que a algunos de ustedes el diablo los meterá en la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán persecución durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (Apocalipsis 2:10 NVI).


¿Qué terrible maldad habría cometido la iglesia de Esmirna para merecer semejante persecución satánica, en lugar de ser librada de ella, como la iglesia de Filadelfia? Realmente, ninguna. Ambas iglesias permanecían irreprochables al momento en que Juan recibía la revelación de Jesucristo en la isla de Patmos, donde él mismo había sido exiliado a causa del evangelio. Quizá la respuesta a esta pregunta se halla más bien en un detalle que muchos suelen pasar por alto: la tribulación y la ira de Dios son dos cosas muy distintas!


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En nuestros últimos tres estudios bíblicos, hicimos un alto en la Fiesta de Yom Teruah (que es la Fiesta de las Trompetas) y comenzamos a hablar sobre tres realidades o acotaciones importantes a la doctrina del rapto de la Iglesia. Si bien, este es un tema polémico y misterioso para la mayoría de los creyentes, lo cierto es que de ninguna manera pudimos evitarlo. En primer lugar porque es parte fundamental del cumplimiento profético de las fiestas de otoño, pero también porque es una de las mayores inquietudes del pueblo de Dios en este tiempo.


En todas partes del mundo la gente está comenzando a ver las señales que indican que algo grande se aproxima, pero ¿Qué exactamente es ese algo? ¿El rapto de la iglesia? ¿El gobierno mundial del Anti-Mesías? ¿La gran tribulación? Creemos que la clave para comprender el orden de los eventos escatológicos está en el estudio paralelo de las fiestas del Señor, que se describen en el capítulo 23 del libro de Levítico, especialmente de las Fiestas de Otoño, las cuales aún no han tenido su justo cumplimiento profético como las primeras cuatro.


En nuestro estudio La Verdad Sobre el Rapto, parte 1, explicamos por qué entendemos que el arrebatamiento de los creyentes no será un evento secreto, aunque sin duda será sorpresivo para aquellos que no aman al Señor. Luego, en la segunda parte, hablamos de la primera resurrección y de cómo no podemos hablar de rapto sin hablar de resurrección. En nuestra tercera entrega de esta serie, hablamos sobre el rapto en relación con la gran apostasía y la revelación del Anti-Mesías; discutimos por qué no deberíamos enseñar sobre un arrebatamiento de la iglesia antes de que se cumplan estas dos grandes señales, dadas por el apóstol Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses, capítulo 2.


En el estudio bíblico de esta semana, hablaremos del rapto en relación con la gran tribulación y la ira de Dios para responder a preguntas como: ¿Indica la Biblia que los verdaderos creyentes serán arrebatados antes de la tribulación de los últimos días? ¿Enseñan las Escrituras que los cristianos seremos tomados para no experimentar persecución a manos del Anti-Cristo? ¿Permitirá Dios que sigamos en la Tierra para sufrir Su ira? Partamos de la siguiente premisa: (4) La Biblia no enseña que la Iglesia será arrebatada antes de que comience la gran persecusión de los últimos tiempos, pero sí tenemos razones suficientes para creer que el rapto sucederá antes de que la ira de Dios sea derramada sobre los malvados.


El término Griego thlípsis (2347), que a menudo se traduce como tribulación, significa presión, y se utiliza en el Nuevo Testamento para describir un tiempo de angustia, aflicción, persecución y ansiedad. En este caso, thlípsis no se refiere a la presión causada por agentes o circunstancias externas, stenoxōría (4730), sino más bien a la presión interna a la que se enfrenta alguien que ha sido puesto en un lugar estrecho, y que al momento presente se siente atrapado, restringido o sin salida. Esta es la misma imagen literaria que encontramos especialmente en los Salmos, donde David dice cosas como: Me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso (Salmo 40:2), y cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar (Salmo 4:1).


A través de la Escritura, las personas piadosas y ungidas también pasaron por períodos de intensa tribulación. Comenzando con Juan el Bautista y Jesús, todos los apóstoles y escritores del Nuevo Testamento sufrieron persecución y hablaron muchas veces de sus tribulaciones, y de las tribulaciones que soportaron las primeras iglesias, como algo totalmente natural y predecible, si es que alguien deseaba retener el testimonio de Jesucristo y predicar las buenas noticias de salvación en un mundo hostil.

En su famoso sermón acerca del final de los tiempos, Jesús predijo que sus seguidores serían odiados por todos, perseguidos por las autoridades religiosas, cuestionados por los gobiernos, y entregados aún por sus familiares más cercanos para ser encarcelados, azotados y muertos a causa de su testimonio. ¿Por qué piensa que Dios permitió que Sus escogidos atravesaran por tanto dolor y sufrimiento? Mateo 24:14 nos dice que esta tribulación fue necesaria para producir el rápido e irreversible avance del evangelio por el mundo, para testimonio a todas las naciones. Definitivamente, cuando el Señor Jesús desafió a sus discípulos a tomar su cruz cada día para seguirle, no se refería a soportar la carga de una vida llena de problemas, enfermedades y retos personales, se refería a la disposición que mostrarían sus verdaderos discípulos de renunciar a todo lo que este mundo podía ofrecerles, y poner en riesgo sus propias vidas a causa del evangelio.


Bien, creo que usted comprende lo que intento demostrar. No hay ningún respaldo bíblico para creer en un arrebatamiento cuyo único objetivo será el de eximir a los cristianos del siglo XXI de las mismas pruebas y tribulaciones que han acompañado a nuestros hermanos a lo largo de toda la historia. En realidad, esta enseñanza pasa por alto el hecho de que nosotros, como hijos de Dios, aún estamos sujetos a Su escrutinio, como escribe el Apóstol Pedro en su primera epístola a los cristianos perseguidos:


1 Pedro 4:12-19 NBV

Queridos hermanos, no se sorprendan del fuego de la prueba por el que están pasando, como si fuera algo extraño. Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también se alegren muchísimo cuando se muestre la gloria de Cristo.

Dichosos ustedes si los insultan por causa de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios está siempre con ustedes.

Si alguno de ustedes sufre, que no sea por ser asesino, ladrón o malhechor, ni siquiera por meterse en los asuntos ajenos. Pero si alguno sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo.

Ya es tiempo de que el juicio comience por la propia familia de Dios. Y si comienza por nosotros, ¡imagínense el fin que les espera a los que no obedecen al evangelio de Dios! «Si el justo con dificultad se salva, ¿qué le pasará al malvado y al pecador?».

Así pues, los que sufren porque Dios así lo quiere, sigan haciendo el bien y entréguense a su Creador, porque él es fiel.


Le seré franca, esto no es algo fácil de entender o admitir, pero en este pasaje el apóstol Pedro asume que el juicio de Dios había comenzado por la familia de Dios! Y es que hay una medida del juicio de Dios que se manifiesta en nuestras vidas a fin de que seamos purificados, corregidos, perfeccionados y moldeados a la imagen de Cristo. Este no es un juicio pensado con el objetivo de destruirnos, sino de capacitarnos, como aquel pámpano al que el Divino Labrador limpia para que lleve más fruto.


El resultado de nuestra tribulación es mayor gloria, al decir de Pablo en 2 Corintios 4:17 NVI: Los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Recuerdo un estudio anterior en el que dijimos que el juicio de Dios produce prueba (o disciplina) en los justos, pero en los impíos destrucción y muerte. Este es un principio que nunca deberíamos olvidar. Ahora bien, esta tribulación en ninguna manera representa la ira de Dios, descrita como expresión de Su enojo, indignación, venganza o castigo.


La ira de Dios es la manera como Él responde al pecado, la injusticia y la maldad. La Escritura dice que la ira de Dios al presente es revelada desde el cielo sobre toda impiedad (rebeldía) e injusticia de los hombres que obstruyen la verdad (Romanos 1:18), y será derramada en el futuro sobre aquellos que, teniendo un corazón obstinado y endurecido, de ninguna manera acepten arrepentirse de sus pecados (Romanos 2:5). En relación con la obra redentora de Jesús, el Mesías, se nos dice que la ira de Dios permanece sobre aquellas personas que no escuchan ni obedecen al Hijo de Dios (Juan 3:36).


Mientras que el Antiguo Testamento es rico en relatos (como los de Enoc, Noé, o Lot) y parábolas que ilustran la salvación de los justos y la forma como Dios los exime de Su ira, en el Nuevo Testamento encontramos razones suficientes para creer que los primeros cristianos esperaban experimentar el regreso de Cristo y ser librados del juicio venidero. Por ejemplo, citemos brevemente dos fragmentos de las cartas de Pablo a los Romanos y a los Tesalonicenses, respectivamente:


Romanos 5:8-9 NBV

Dios, no obstante, nos demostró su amor al enviar a Cristo a morir por nosotros, aun cuando éramos pecadores. Con mucha más razón, ahora nos salvará de la ira final al habernos hecho justos por medio de su muerte.


1 Tesalonicenses 1:2,8 y 10 NTV

Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes y continuamente los tenemos presentes en nuestras oraciones.(...) Y ahora, la palabra del Señor está siendo anunciada, partiendo de ustedes a gente de todas partes, aun más allá de Macedonia y Acaya, pues adondequiera que vamos, encontramos personas que nos hablan de la fe que ustedes tienen en Dios.

(...) También comentan cómo ustedes esperan con ansias la venida, desde el cielo, del Hijo de Dios, Jesús, a quien Dios levantó de los muertos. Él es quien nos rescató de los horrores del juicio venidero. (La versión NBLA dice: Jesús, quien nos libra de la ira venidera).


Bien, no creo que necesitemos muchos más argumentos para demostrar este punto. En general, la gran mayoría de denominaciones e iglesias cristianas están de acuerdo en que Dios no nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; sin embargo, la confusión comienza cuando interpretamos la Gran Tribulación como una manifestación de la ira de Dios.


Ciertamente hay una medida de juicio divino que será manifestada durante esta etapa de angustia para Jacob; sin embargo, lo que la Biblia enseña es que la ira de Dios será manifestada después de la Gran Tribulación, cuando Cristo aparezca. Es a Cristo a quien Dios el Padre ha entregado la facultad de juzgar, como dice Juan 5:22-23: Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió (RVR60). Y por supuesto, no es el Anti-Mesías, sino el Hijo de Dios quien pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso, en Apocalipsis 19:15.


Cuando hablamos de la Tribulación de los tiempos finales, nos referimos a un breve pero intenso período de persecución que precederá al regreso de Cristo. La primera referencia directa a esta Gran Tribulación (mega thlipsis, Griego para una tribulación mayor en todo sentido, más intensa), se encuentra en dos de los evangelios sinópticos, y forma parte del sermón escatológico del Señor, sobre el cual estaremos hablando en nuestro próximo estudio bíblico. Por ahora, me conformo con leerles un breve fragmento del relato que Mateo hace del sermón de Jesús, donde claramente relaciona la Gran Tribulación con la revelación del Anti-Mesías y la abominación desoladora, de la que habló el profeta Daniel.


Mateo 24:15-22 y 29-31 RVC

Por tanto, cuando en el lugar santo vean la abominación desoladora, de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que entienda), los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en la azotea, no baje para llevarse algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Pero ¡ay de las que en esos días estén embarazadas o amamantando!

Pídanle a Dios que no tengan que huir en invierno ni en día de reposo, porque entonces habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo, pero serán acortados por causa de los escogidos.

(...) Inmediatamente después de la aflicción (literalmente, la tribulación) de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo, y los poderes celestiales se estremecerán. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y todas las tribus de la tierra se lamentarán, y verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria. Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y de los cuatro vientos, desde un extremo al otro del cielo, ellos juntarán a sus elegidos.


Estimado oyente, ¿Quiénes son estos escogidos, o elegidos (G1588, eklektos) por quienes son acortados los días de la tribulación? Sin duda, los mismos que al final del verso 31 son juntados por los ángeles desde un extremo del cielo hasta el otro (es decir, de toda la Tierra)! Algunos han dicho que estos son los desterrados de Israel, pero sabemos que estos desterrados ya están siendo reunidos de regreso en la tierra santa, y lo seguirán siendo no por medio de ángeles, sino por medios propios, a medida que se acerca el tiempo de la segunda venida de Cristo. Le propongo entonces dar un vistazo a la segunda y última vez que la Escritura utiliza la frase gran tribulación, y es en el libro de Apocalipsis, capítulo 7.


Apocalipsis 7:9-17 LBLA

Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

(...) Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Y yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.

Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol los abatirá, ni calor alguno, pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.


Piense, en la pregunta del anciano: ¿Quiénes son estos, vestidos con ropas blancas? ¿De dónde han venido? De alguna manera, este personaje celestial estaba guiando a Juan hacia los detalles proféticos más importantes que él debía captar y plasmar en su testimonio: Estos son los que han salido de la gran tribulación y han lavado sus vestiduras. y las han emblanquecido en la sangre del Cordero... No quiero ser pesimista, pero creo ver aquí una posible referencia al martirio. La Nueva Traducción Viviente llega más lejos al traducir: Estos son los que murieron en la gran tribulación.


Personalmente, pienso que ellos representan a todos aquellos que, desde el principio, perdieron sus vidas a causa del testimonio de Jesús. La razón por la que me inclino hacia esta interpretación es porque siento que hay algo en esta visión que vino para consolar y confortar personalmente a Juan, el único apóstol que murió de causas naturales, no sin antes haber experimentado en carne propia toda clase de prisiones y torturas durante los peores años de persecución en la historia de la iglesia. ¿Cuántos recuerdos oscuros tendría? ¿Cuántos rostros amados, dulces y valiosos habría visto desvanecerse?

A juzgar por las circunstancias, el evangelio había entonces fracasado, ahogado en la sangre de los mártires y aplastado por la arrogancia de los poderosos; pero no desde la perspectiva del cielo. Ahora el Cristo glorificado le permitiría a Juan mirar brevemente al paraíso, más allá de este mundo hostil, al otro lado del dolor y la muerte, y ¿Qué encontró allí? Se aseguró de la victoria de los santos! Escuchó la canción de los redimidos! Comprobó que las palabras del Maestro eran fieles y verdaderas cuando dijo: Entren por la puerta angosta. Caminen por la senda estrecha. Porque cualquiera que trate de salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía, este la salvará (Mateo 7:13-14 y 10:39 DHH).


¿Pensaría Juan que había llegado el fin? ¿Creería que ya estaba viviendo los últimos años de la Tribulación, y que el Anti-Mesías no podía ser otro que el mismísimo emperador romano? Teniendo en cuenta que para el año 90 d.C. todas las señales habían sido parcialmente cumplidas, incluyendo la terrible persecusión y la destrucción del Templo en Jerusalén, no es difícil imaginar que Juan y el remanente de esos años esperaban ver el regreso del Señor en cualquier momento; sin embargo, en ese entonces no se consumó la promesa del cielo, la persecución cesó, y la historia de la iglesia dio un giro inesperado.


Y bien, estimado oyente, ¿A qué conclusión ha podido llegar después de escuchar todas estas Escrituras? ¿Pasarán los elegidos por la gran tribulación? ¿Quiénes son estos santos del capítulo 7 de Apocalipsis? Espero que se anime a comentar y compartir algunas de sus ideas y preguntas al pie de este y otros estudios. Recuerde que Letra y Espíritu es un espacio creado para aprender y crecer juntos. Por ahora, reciba un especial saludo de mi parte hasta la próxima entrega.

Shalom! Que Dios le bendiga más!

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