En el estudio pasado, hablamos de la importancia que tenían las leyes de lo puro y lo impuro en el libro de Levítico. Ellas definitivamente ayudaban a mantener el campamento a salvo, muchísimo antes de que se supiera de la existencia de gérmenes transmisores de enfermedades, la mayoría de las cuales se consideraron incurables durante largos siglos.
Los capítulos 13 y 14 hablan del procedimiento a seguir por los sacerdotes para diagnosticar la lepra y qué medidas debían tomarse al respecto. La palabra hebrea traducida como lepra es tsara'ath, que significa enfermedad maligna de la piel. Pensamos que esta palabra se usaba para designar múltiples afecciones cutáneas, y no necesariamente la enfermedad de Hansen, que hoy conocemos como lepra; de hecho, la misma palabra se utiliza en estos capítulos para referirse a una especie de moho de la ropa y a la podredumbre en pieles y paredes, lo que pudiera indicar la presencia de algún agente infeccioso presente en estos materiales.
Probablemente habrás escuchado que durante la Edad Media, la lepra se consideraba un castigo divino. A menudo se comentaba que los contagiados eran pecadores promiscuos o lujuriosos, a los cuales se les echaba fuera de las ciudades y pueblos, y se les confiscaban sus propiedades. A simple vista se puede notar un interés económico en estas prácticas, pero en realidad ¿Qué dice la Biblia sobre la lepra?
Luego de examinar la lesión, el sacerdote podía declarar a la persona inmunda o ponerla en cuarentena por uno o dos períodos de siete días cada uno a fin de determinar si realmente se trataba de lepra. Una vez diagnosticada esta terrible enfermedad, la persona estaba obligada a seguir estrictas medidas de aislamiento, tal como lo indican los versos 45-46:
Levítico 13:45-46:
Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: !!Inmundo! !!Inmundo! Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada.
Aunque ciertamente estas medidas evitaban que la enfermedad se esparciera libremente por el campamento israelita, sólo podemos imaginar el dolor que representaban para la persona afectada. La enfermedad en sí misma podía afectar los nervios y deformar las extremidades, pero además suponía una condición profundamente vergonzosa en la que la piel se volvía escamosa y adquiría un aspecto desagradable. Los leprosos estaban excluidos de la vida familiar, social y religiosa, por lo que a menudo terminaban formando colonias de indigentes a las afueras de los pueblos y ciudades. Se requería de ellos que se convirtieran en una especie de alarma viviente, para que al reconocerlos a la distancia, las personas sanas pudieran evitar todo contacto.
Por otra parte, a pesar de que habían procedimientos establecidos en la Ley Mosaica para que, una vez sanas, estas personas pudieran re-integrarse a la vida social y religiosa de la comunidad, y este procedimiento se describe en el capítulo 14 de Levítico, la probabilidad de que un leproso fuera sanado se consideraba prácticamente inexistente. Aún así, la Biblia habla de sanidades milagrosas que tuvieron lugar a través de los profetas y más tarde del propio Jesús, quien limpió a numerosos leprosos a lo largo de sus tres años de ministerio público.
¿Es cierto que la lepra puede verse como un castigo por el pecado de lascivia? La Escritura no especifica un origen común para este padecimiento. Recordemos que Jehová se manifestó a su pueblo Israel como Jehová Rapha, su Sanador, poco después de su salida de Egipto. Es lógico pensar que la protección sobrenatural de Dios estaba directamente relacionada con la observancia de la Ley Mosaica durante este período de peregrinaje por el desierto, pero ¿Qué sucedería con la persona que se saliera de esa cerca de protección a la que llamaremos Pacto Mosaico? Lógicamente, esta persona que transgredía la ley se exponía a sí misma, quedando fuera de la promesa de inmunidad y sanidad de Dios.
Imagina que pudiéramos vivir en una sociedad perfectamente obediente a las leyes y principios divinos. Para comenzar no tendríamos que lidiar con toda la contaminación alimentaria y del medio ambiente que tenemos en nuestro mundo moderno! En ese sentido, toda enfermedad es una consecuencia indirecta de la desobediencia y el pecado, ya sea porque no hemos cuidado adecuadamente de nuestro cuerpo, o porque nos afectan las consecuencias de la desobediencia o el pecado de otros. Mientras estamos aquí, sólo podemos jugar bien nuestro papel y asumir nuestra responsabilidad personal con respecto a los principios divinos; no podemos eliminar totalmente el riesgo que representa ser parte de este sistema decadente.
En otras palabras, no todas las enfermedades pueden explicarse en el terreno espiritual. Vivimos en un sistema que ha sido construido fuera de los límites establecidos por Dios, muchos de nosotros hemos nacido de culturas y familias que no glorifican a Dios en sus principios, y aún nosotros no siempre nos mantenemos dentro de los límites establecidos por Dios para nuestro provecho (a veces en nuestra ignorancia). Sin embargo, hay algunas enfermedades y padecimientos que son atípicos, es decir, no parecen tener una explicación o comportamiento lógicos. En este sentido las Escrituras nos dan luz acerca de algunas causas extraordinarias de ciertas enfermedades. Veamos sólo unos pocos ejemplos relacionados a la lepra (Hablaremos más sobre este tema en los siguientes estudios.):
1. Algunas enfermedades pueden venir como consecuencia directa de ciertas actitudes malvadas como la envidia, la murmuración, la avaricia, y la soberbia.
Por ejemplo, en el libro de Números, capítulo 12, se nos dice que María, la hermana de Moisés, fue afligida con lepra durante siete días como castigo por haber hablado injustamente contra Moisés. También 2 Crónicas 26 cuenta la historia del rey Uzías, quien se envaneció tanto que se atrevió a entrar en el Santuario para ofrecer incienso por sí mismo en el altar del incienso. Se dice que Uzías no escuchó la reprensión de los sacerdotes, sino que se llenó de ira contra ellos, y en el mismo momento le brotó lepra en la frente, por lo que fue leproso hasta el día de su muerte. Tal vez recordarás la historia de Giezi, el criado de Eliseo, al cual se le pasó la lepra de Naamán el sirio como castigo por su avaricia (2 Reyes 5).
2. Algunas enfermedades tiene un origen satánico.
Por ejemplo, las Escrituras cuentan de personas justas y temerosas de Dios como Job, quien por un tiempo padeció de una sarna maligna en todo su cuerpo, desde el talón del pie hasta la coronilla. Esta penosa enfermedad era un ataque de parte de Satanás, a quien Jehová le permitió tocar la salud de Job de manera temporal y con el objetivo de probar su integridad.
3. Algunas enfermedades tiene origen en maldiciones familiares o generacionales, sobre todo aquellas que parecen tener un factor hereditario.
En este caso, existen maldiciones familiares donde una enfermedad, o la predisposición a sufrirla, pasa de una generación a otra. Es importante aclarar que no necesariamente estamos hablando de la parte genética.
Recordemos una vez más a Giezi, el criado de Eliseo; el profeta dijo que la maldición de la lepra se quedaría en su familia para siempre. También en 2 Samuel 3:28-29, vemos que David maldijo a Joab y a toda su descendencia, por este haber tomado venganza y matado en secreto a Abner:
Cuando David supo después esto, dijo: Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová, para siempre, de la sangre de Abner hijo de Ner.
Caiga sobre la cabeza de Joab, y sobre toda la casa de su padre; que nunca falte de la casa de Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien ande con báculo, ni quien muera a espada, ni quien tenga falta de pan.
El profeta Jeremías utiliza la siguiente metáfora para referirse a la penosa condición en que se encontraba el Reino de Israel en tiempos de su cautiverio:
Así dice el Señor:
Tu herida es incurable, tu llaga no tiene remedio. No hay quien defienda tu causa; no hay remedio para tu mal ni sanidad para tu enfermedad. (Jeremías 13:12-13)
Claro que Jeremías no se refería a la enfermedad física, sino a la enfermedad espiritual. Más allá de sus implicaciones en lo físico, la lepra es un tipo o símbolo del pecado y sus consecuencias.
1. Las personas leprosas estaban excluidas de participar en las cosas santas y no podían acercarse al Tabernáculo. De la misma manera, el pecado nos separa de Dios y no nos permite participar de las cosas santas. El apóstol Pablo escribió en su carta a los romanos acerca de la condición de todo hombre sin Cristo: No hay diferencia. Todos pecamos y por eso hemos sido destituidos de la gloria de Dios (Parafraseando Romanos 3:23). Estar destituido significa quedarse afuera.
2. Los leprosos debían vestirse de harapos para indicar su condición de impureza. Las ropas rasgadas son un símbolo de tristeza o luto en la Biblia. El pecado traerá tristeza y muerte al final del camino, aún cuando por algún tiempo aparente lo contrario.
3. El leproso debía descubrir su cabeza, a la vez que estaba obligado a cubrirse la boca y pregonar: Impuro, impuro! El pecado siempre nos dejará avergonzados y al descubierto delante de los demás. Al practicarlo libremente, perderás tu dignidad humana. La boca siempre habla de lo que hay en el corazón, por lo tanto, la persona que está dominada por el pecado no puede evitar el tener una lengua impura.
4. El leproso tenía que vivir solo, fuera del campamento, renunciando a todo contacto humano. Por lo general varias personas con condiciones similares, se reunían en colonias de indigentes en las afueras de aldeas y ciudades. Contrario a lo que muchas personas piensan, el pecado afecta nuestras relaciones, destruye las familias y la confianza de los demás. Aquel que está dominado por el pecado, se reunirá con otros que se encuentren en su misma condición, aunque al final terminará solo.
Las Escrituras cuentan la historia de Naamán, el sirio, en 2 Reyes 5 Este era capitán del ejército, un hombre de mucho prestigio, que gozaba del favor del rey a causa de su genio militar y sus grandes victorias. El verso 1 dice que era hombre valiente, pero estaba enfermo de lepra.
No importa cuán talentosos seamos, cuán inteligentes, o ricos, o influyentes. Aún si pensamos tener un brillante futuro por delante, si habitamos en las alturas de la sociedad o el conocimiento humanos, si no llevamos un estilo de vida en concordancia con la Ley de Dios, el pecado y sus consecuencias no tardarán en alcanzarnos.
Aún una pequeña cantidad de pecado tiene la capacidad de corromper y contaminar el testimonio de toda una vida en santidad; y en ese momento, no pienses que podrás mantenerlo en oculto, te aseguro que Dios lo exhibirá a la luz del mediodía, para darte a ti una perspectiva correcta y enseñarte cuáles son las consecuencias de una vida en error. El Predicador dijo:
Eclesiastés 10:1
Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.
Cuando comprendemos la naturaleza esclavizante del pecado, y la gravedad de las consecuencias que vienen con él, aprendemos a valorar mejor el perdón y la salvación que hemos recibido mediante la fe en Cristo, pero también crecemos en sabiduría y poder del Espíritu Santo para vivir de manera que agrade a nuestro Creador. Esta es la verdadera ley de la siembra y la cosecha: si sembramos en la carne, recogeremos corrupción, más si sembramos en el Espíritu, segaremos bendición y fruto abundante de vida eterna (Gálatas 6:8). Las decisiones que tomamos hoy, afectan los resultados que obtendremos mañana. Si eres hijo /hija de Dios, no vivas en una condición de impureza y vergüenza espiritual. No permitas que caigan moscas en tu perfume!
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