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Levítico 15: La Ley del Contacto

Los evangelios cuentan la historia de una mujer que se acercó a Jesús secretamente, pasando entre la multitud que le apretaba. Ella apenas se atrevió a tocar el borde del manto del Maestro desde atrás, y luego se alejó rápidamente, pero al hacerlo, recibió sanidad completa e inmediata. ¿Por qué no se acercó de frente, como todos los demás? ¿Por qué procuró pasar desapercibida entre la gente? ¿Acaso lo hizo por timidez, vergüenza, o miedo escénico? Tal vez, pero la razón principal de su comportamiento la encontramos en el libro de Levítico, capítulo 15.


En nuestro último estudio, hablamos de la purificación de las personas que eran sanadas de enfermedades infecciosas de la piel. Vimos cómo estas personas eran re-admitidas en el campamento de Israel luego de pasar por el proceso establecido por la Ley Mosaica. Luego abordamos la parte ceremonial de este proceso, y destacamos la importancia de la fe y obediencia para la sanidad física y de la persona en su totalidad.



No todas las historias de sanidad en las Escrituras son iguales. Al recorrer los relatos disponibles de milagros y sanaciones que Jesús realizó durante su ministerio público, no encontramos un solo patrón de acción, común para todos. Cada persona que se encuentra con el Maestro, tiene su propia historia, su propia experiencia.


Jesús les pidió a los diez leprosos que fueran a mostrarse al sacerdote antes de poder constatar que una sanidad estaba ocurriendo en sus cuerpos; ellos necesitaban obedecer para ser sanados. En el caso de la mujer con flujo de sangre, el desafío era otro: ella tuvo fe para tocar el borde de su manto. El evangelista nos cuenta como Jesús tocó al leproso que se postró delante de él, diciendo: Quiero. Sé limpio! Pero en el caso de esta mujer, fue ella quien se atrevió a hacer contacto. Cada encuentro es distinto, pero hay principios que podemos aprender, principios que trabajan.


Para comprender mejor por qué esta mujer se acercó tan sigilosamente, intentando pasar desapercibida, leamos el siguiente verso:


Levítico 15:25

Y la mujer, cuando siguiere el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo de su flujo será inmunda como en los días de su costumbre.


Bien, ya hemos hablado de lo que significa la condición de impureza ritual; se refiere a personas, animales u objetos potencialmente contaminantes. En nuestra sociedad moderna comprendemos bastante bien lo que eso significa. Una de las cosas que más me impresionaron de los Estados Unidos es la manera en que las personas son conscientes del riesgo que implica entrar en contacto con los fluidos corporales de otras personas. Recuerdo mi primer trabajo en un supermercado de Walmart; pasan horas enseñándote cómo limpiar derrames de manera apropiada, y cómo evitar el riesgo de contaminarse con cosas como líquidos de origen desconocido y la sangre.


Como acabamos de leer, la Ley en el campamento israelita era bastante clara acerca de los fluidos corporales, normales o anormales. En ocasiones, la persona afectada, fuera hombre o mujer, simplemente tenía que lavarse con agua y practicar un breve reposo social y religioso, antes de volver a considerarse limpio; en otros casos, la persona estaba obligada a evitar todo contacto físico por un largo período de tiempo y hasta a salir fuera del campamento.


No sabemos con exactitud dónde vivía esta mujer que tocó el manto, pero sabemos con seguridad que ella evitaba el contacto físico con los demás, debido a su problema de salud. Ya fuera un des-balance hormonal, un defecto de coagulación, o una enfermedad maligna, ella había batallado doce años con un sangramiento fuera de lo común, que los médicos de su tiempo no pudieron resolver.


Otra cosa que sabemos de ella, es que no andaba por ahí tocando cosas. De acuerdo con Levítico 15, los muebles y objetos que entraban en contacto directo con personas impuras por este razón, se consideraban igualmente contaminados, y cualquiera que los manipulara después de esto, entraba en el estado de impureza también.


Un último dato casi seguro sobre esta mujer es que no había estado en el Templo por doce años, pues su condición la excluía de participar en las cosas santas y de acercarse a la Casa de Dios, como los demás israelitas.


Ahora que ya sabemos estos tres detalles de su vida, tratemos de imaginar el estado en que estaba. Es evidente que tendría una anemia severa y luciría bastante demacrada. También su situación económica era difícil, pues había gastado mucho en curadores y remedios inoperantes. Su desesperación era tal que la llevó a cometer un último acto de locura: Ella se metió secretamente entre el vulgo para acercarse a un hombre santo, un Rabino! ¿Cómo es que no tuvo miedo de contaminarlo? Con seguridad, todos en el pueblo conocían su historia. Ningún fariseo, o maestro de la Ley, se dejaría tocar así. Ella habría sido entonces fuertemente reprendida y públicamente avergonzada.


La diferencia con Jesús es que él estaba a otro nivel. Podrás recordar nuestro estudio de Levíticobajo el título Santidad Contagiosa. En este estudio dijimos que, de la misma forma en que se transmite la contaminación del pecado, también las Escrituras nos hablan de ciertos objetos con la facultad de santificar a otros objetos y personas mediante el contacto físico. Algunos de estos eran: las ofrendas encendidas, el altar del holocausto, los muebles y utensilios del Tabernáculo, y el aceite de la unción.


¿Cómo podían ellos santificar a quienes los tocaban? La respuesta a esta pregunta se encuentra en el significado de la palabra santificar: 'purificar mediante expiación, librar de la culpa por el pecado'.

Recuerda también el carbón encendido que tocó los labios del profeta Isaías. Las Escrituras hablan de este carbón como un vehículo de santificación que, saliendo del santísimo altar del holocausto, quitó la culpa del profeta y limpió su pecado al contacto.


Sin lugar a duda, hubo una revelación especial que encendio una chispa de ingenio en la mente de la mujer del flujo. Ella pensó: Este hombre no es un religioso corrupto, ni un maestro de la Ley hipócrita como los demás. El es verdaderamente santo. El es perfectamente obediente. ¿Quién quita que al tocarlo, yo también pueda ser perdonada? Es posible que al tocar tan solamente su ropa yo también sea justificada.


¿Te parece que lo estoy llevando muy lejos en mi interpretación? Entonces, permíteme decirte que ella no lo tocó en cualquier lugar, ella tocó los flecos.


Mateo 9:19-22 (NTV)

Entonces Jesús y sus discípulos se levantaron y fueron con él. Justo en ese momento, una mujer quien hacía doce años que sufría de una hemorragia continua se le acercó por detrás. Tocó el fleco de la túnica de Jesús porque pensó: «Si tan solo toco su túnica, quedaré sana».


Parece un problema de traducción, pero permíteme llevarte a Números 15:37-41 (NVI):


El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas:

"Ustedes y todos sus descendientes deberán confeccionarse flecos, y coserlos sobre sus vestidos con hilo de color púrpura. Estos flecos les ayudarán a recordar que deben cumplir con todos los mandamientos del Señor, y que no deben prostituirse ni dejarse llevar por los impulsos de su corazón ni por los deseos de sus ojos.

Tendrán presentes todos mis mandamientos, y los pondrán por obra. Así serán mi pueblo consagrado. Yo soy el Señor su Dios, que los sacó de Egipto para ser su Dios. ¡Yo soy el Señor!"


¿Por qué deberíamos asumir que Jesús llevaba los flecos, a diferencia de la mayoría de las representaciones modernas del Señor? En primer lugar porque era judío, en segundo lugar porque era un rabino o maestro, y finalmente porque era perfectamente obediente a la Ley de Dios y santo. Los flecos representan la obediencia. Muchos judías ortodoxos usan flecos y filacterias (pequeñas cajas que contenían textos de las Escrituras y que se usaban para propósitos religiosos) hasta hoy; usted los verá si viaja al Muro de los Lamentos en Jerusalén.


Los ortodoxos de tiempos bíblicos también los usaban, pero ellos lo hacían solamente para llamar la atención, no porque realmente eran obedientes. Mira lo que el Señor dijo de ellos:


Mateo 23:1-3 (NTV) y 5-7 (NBLA)

Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: 

"Los maestros de la ley y los fariseos tienen la responsabilidad de interpretar a Moisés. Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican.

(...) Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues agrandan sus filacterias y alargan los adornos (flecos) de sus mantos. Aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí (maestro)."


Toda esta gente religiosa, cuidadosamente vestida de piedad, no tenía poder para sanar porque no practicaban la santidad. Ellos conocían la Ley y la enseñaban, ellos interpretaban la Ley para todo el pueblo y tenían autoridad para tomar decisiones difíciles y sujetar a la gente con ellas, pero no eran un vehículo de santificación, porque no había verdadera obediencia en ellos.


Imposible exagerar la importancia de la obediencia! Aquel que fue perfectamente obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, también fue exaltado hasta lo sumo y recibió un Nombre, que es sobre todo nombre (Filipenses 2:8-9) La obediencia fue la clave para la autoridad espiritual de Jesús, y es la clave para nuestra autoridad espiritual hoy.


Esta semana escuchaba a una señora que estaba hablando supuestamente de parte de Dios en el Internet. Ella iba a contar una supuesta revelación que había tenido y comenzó con algo como esto: Estimado amigo que me escuchas, debes actuar rápidamente. No tienes que arrepentirte, no es necesario que cambies nada, sólo repite esta oración. Una vez que tienes la salvación, ya no puedes perderla; no me importa lo que digan los demás. - No sé si te sientes tan alarmado como yo al escuchar esas palabras. Gente peligrosa, realmente peligrosa! Predicando un evangelio que no está en las Escrituras. ¿Cómo puede alguien realmente venir a Cristo si no está arrepentido de sus pecados, en primer lugar?


La mujer de nuestra historia en Mateo 9, tenía un problema con el pecado. Sé que no se dice explícitamente aquí, pero es evidente porque todos lo tenemos. Ella fue desobediente y traspasó la Ley de Dios, y como consecuencia, llevaba 12 años enferma. Doce años excluida, sin oportunidad de entrar en contacto con ninguna cosa santa, hasta que vio la posibilidad de tocar a Jesús, el Santo. Ninguno de los que se agolpaban alrededor del Maestro ese día percibieron a Jesús de la manera en que ella lo hizo, es por eso que al tocar el fleco, su toque fue diferente. La NTV lo pone de esta manera:


Lucas 8:45-46

 «¿Quién me tocó?», preguntó Jesús.

Todos negaron, y Pedro dijo:

—Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti.

Pero Jesús dijo:

—Alguien me tocó a propósito, porque yo sentí que salió poder sanador de mí.


Ella lo tocó a propósito! Pero ¿Con qué propósito? Ella quería ser perdonada! Sanada, sí, pero primero perdonada, porque ella comprendía lo que todos alrededor sabían bien, y que muchos en nuestra cultura no captan: Que había una raíz de pecado por la que ella había sido maldecida con esa enfermedad; que ella había sido desobediente en algún punto de su vida, pero Jesús era perfectamente santo, y que si ella podía tocar el fleco de su obediencia, la perfecta justicia de Jesús le podía ser imputada a ella para sanidad. No en vano el poder salió de él! Salió porque ella estaba aplicando una ley espiritual que yo llamaré la Ley del Contacto.


La Ley del Contacto dice que cuando usted y yo entramos en contacto con lo espiritualmente inmundo somos contaminados con el pecado y la inmundicia de este mundo, pero cuando tocamos a Jesús, quien es perfectamente Santo, somos santificados en él. Según esta ley, lo más importante no es tocar (pues todos en la multitud le tocaban), lo más importante es la intención o el propósito con que se toca, por eso Jesús le dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado.


¿Cuál es el propósito de su fe? No se convierta usted en un tocón compulsivo! Usted necesita alinearse con los príncipios bíblicos y espirituales de la sanidad. Usted necesita arrepentirse, cerrar todas las puertas abiertas al pecado, asegurar las ventanas espirituales de su vida, cortar vínculo con los poderes espirituales de maldad.


Una vez hecho esto, usted tiene que mirar a Jesús, él es perfectamente obediente y justo, y le ama entrañablemente. Es interesante notar que sólo a esta mujer, Jesús le llama hija. Se me ocurre que él quizo establecer una relación entre esta mujer y la hija de Jairo (vea el contexto bíblico), la única hija de un principal de la sinagoga que estaba muriendo. De la misma forma que Jairo estaba preocupado por su hija de doce años, Jesús lo estaba por esta pobre mujer enferma por doce años, y una hija de su pueblo. Cuando miramos a Jesús, encontramos que sin importar las excusas, él nos ama y su justicia es suficiente para nosotros.


Finalmente, toque en el lugar exacto. Toque en el lugar de la justicia, la obediencia y el arrepentimiento. Toque en el lugar de su responsabilidad personal, allí donde usted ha estado fallando, pero Jesús ha vencido. Toque en el fleco!





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