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Foto del escritorIvonne Montejo

Llamado Profético

Actualizado: 27 jun 2021

Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.
Jeremías 1:10

El profeta Jeremías es uno de los personajes más dramáticos de las Sagradas Escrituras. Un hombre comisionado para hablarle a una nación en vísperas de ser destruida por la guerra. Años atrás, su país se había dividido en dos reinos: Israel (el reino del norte) había sido invadido y conquistado por Asiria, mientras que Judá (el reino del sur) continuaba existiendo bajo constante amenaza de exterminio. ¿Preservaría el Señor a Jerusalén de la furia y ambición de sus enemigos?


A pesar de ser llamado por Dios en una época difícil, el mensaje de Jeremías no era un mensaje alentador. Durante al menos veinte años de su ministerio, se convirtió en pregonero de malas noticias. A semejanza de Israel, el Señor había decidido castigar la corrupción e idolatría de Judá, entregándola en manos de los feroces babilonios. Ninguna alianza política o militar podría salvar a Jerusalén de la destrucción que se avecinaba, ni siquiera la falsa religiosidad de sus sacerdotes o el optimismo complaciente de sus profetas. La única esperanza para Judá estaba en la renovación de su alianza con el único Dios verdadero, y Jeremías obtuvo la difícil tarea de pregonar el justo juicio de Dios y la esperanza bienaventurada de una restauración lejana en el tiempo.


El verso 10 del primer capítulo del libro que lleva su nombre, contiene seis palabras clave para comprender el llamado profético de Jeremías. Cuatro de ellas son dichas en un tono fatalista y oscuro, mientras que solamente dos apuntan a un tiempo futuro de redención y restauración.


  • Arrancar: Significa sacar de raíz; separar una cosa violentamente del lugar al que está sujeto o del que forma parte.


  • Destruir: Implica deshacer, desvanecer, disipar o reducir a ruinas.


  • Arruinar: Significa empobrecer, estropear, provocar graves daños, o destruir por completo.


  • Derribar: Es demoler, echar al suelo una construcción; hacer caer una cosa que está en un lugar alto.


  • Edificar: Es exactamente lo opuesto a destruir, arruinar, y derribar.


  • Plantar: Es lo contrario de arrancar, e implica asentarse, establecerse, echar raíces, prosperar.


El aparente pesimismo que caracterizó el discurso de Jeremías, hizo que fuera particularmente impopular entre los suyos, llegando a sufrir burlas, rechazo, cautiverio, y numerosas vejaciones. A través de todas estas dificultades, y a riesgo de perder su propia vida, el profeta se mantuvo fiel en entregar el mensaje de Dios, un mensaje que sabía era directamente confrontacional para sus oyentes.


En otras palabras, Jeremías fue comisionado para decir lo que nadie quería escuchar, y para hacerlo con tal autoridad espiritual, que todo el que lo escuchara quedaría ligado a las consecuencias de sus actos, ya fuesen buenos o malos. Su autoridad no consistía en hacer o deshacer cosas a voluntad propia, sino en sujetar pueblos, reinos, y gobiernos a la responsabilidad que viene con el conocimiento de la Palabra de Dios.


¿A cuántos profetas directamente confrontacionales conoces? Hablar la Palabra de Dios no siempre es fácil, tanto así que los antiguos profetas no eran gente muy popular. Hablar la verdad en tiempo de crisis, es aún más difícil; sin embargo, las crisis son llamadas de alerta de Dios, y no pueden ser abordadas con un enfoque superficial o positivista:


1. Requieren de una respuesta genuina.

Aunque Judá y Jerusalén estaban en el centro del corazón de Dios, eso no impidió que fueran destruídas por su pecado. En lugar de responder al llamado de Dios para arrepentirse, los habitantes de Judá buscaron refugio en alianzas militares a corto plazo, y prestaron oído a las dulces palabras de los falsos profetas.


Conocer la Palabra de Dios nos pone en un lugar de mayor responsabilidad con respecto a los que no la conocen, y aún así, no nos hace inmunes a la corrección del Padre. No hay sustituto alguno para el arrepentimiento y la obediencia. ¿Qué respuesta demanda Dios de ti en medio de esta crisis?.


2. Requieren de un liderazgo que sabe escuchar.


El liderazgo político y religioso de Judá se encontró a sí mismo en el blanco de la predicación de Jeremías, pero ellos no aceptaron la corrección, sino que arremetieron contra el profeta de manera violenta y perseveraron en una conducta reprobada. Su falta de visión y discernimiento acarrearon su propia destrucción, y además, la ruina espiritual, moral y material de todo el reino.


Muchas personas que se encuentran en una posición de liderazgo o influencia, no reaccionan bien a la confrontación. Si la presión del momento te hace perder de vista la naturaleza humilde y sacrificial del liderazgo cristiano, la crisis puede traerte un profundo sacudimiento. Dios está buscando líderes que sepan escuchar y recibir corrección. No sólo eso! Un verdadero líder es quien se alineará con Dios y recibirá la visión necesaria para hacer que ocurra el cambio.


3. Requieren de realineamiento con la voluntad y el propósito de Dios.


Cuando el ejército de Nabucodonosor terminó por asolar la ciudad de Jerusalén, destruyendo y quemando todo a su paso, derribando el muro de la ciudad y saqueando el templo de Dios, un reducido número de los habitantes de Judá sobrevivió a la matanza. Este afortunado remanente fue llevado cautivo a Babilonia, donde experimentaría el rigor de la vida en el exilio. Fue de este mismo grupo que salió un remanente que regresaría después de 70 años, para reconstruir y repoblar la tierra de Israel.


No es un secreto que muchas veces el Señor utiliza las crisis para re-alinearnos con su propósito. La seriedad del pecado de Judá en tiempos de Jeremías fue tal que requirió un viraje radical en el plan divino, pero ¿Cuánto más conveniente es que nosotros mismos seamos sensibles a su voz y estemos dispuestos a hacer los ajustes necesarios, aún si se trata de echar abajo todo el sistema?


Estoy convencida de que Dios usará épocas de prueba para promover una profunda transformación de la Iglesia en los tiempos finales. Algunos, incluso, piensan que será como al principio (Será glorioso!) Por ahora, me preocupa ver cuán desenfocados siguen algunos. ¿Acaso queremos ser arrancados? ¿Podríamos soportar el ser destruidos? Echa abajo las estructuras viejas y rígidas! Vuelve al diseño divino! La Iglesia tiene que cambiar!


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