Recuerdas la historia de Caín y Abel? Crees que Caín se equivocó al ofrecer el producto de la tierra en lugar de una ofrenda de sangre como su hermano Abel? Qué me responderías si yo te dijera que ambos ofrecieron en realidad la misma cosa?
En el pasado estudio hablamos del holocausto, u ofrenda del todo quemada que tenía lugar por lo menos dos veces al día en al Tabernáculo de Reunión. La palabra hebrea para esta ofrenda es olah que significa ‘que sube’. En el estudio de hoy vamos a ver la ofrenda de granos o cereal, en hebreo minjah que significa ‘regalo’.
La ofrenda de granos se practicaba diariamente y muchas veces en combinación con otras ofrendas, especialmente el holocausto. A diferencia de este, sólo una pequeña parte de la ofrenda de granos era quemada en el altar, el resto servía como alimento para los sacerdotes, Aarón y sus hijos. En el capítulo 2 de Levítico se describen tres modalidades diferentes en las que podía prepararse. Ya fuera cruda o cocida, la Biblia menciona cuáles eran los ingredientes imprescindibles de las ofrendas de granos: flor de harina de trigo sin levadura, amasada con aceite de oliva, y sazonada con sal. Además, a la parte que se quemaba en el altar se le debía añadir incienso.
Quizá te estarás preguntando, qué podemos aprender de la ofrenda de cereal, de modo que sea relevante para nosotros hoy? Recuerda que la Biblia utiliza mucho el lenguaje simbólico. Primeramente pensemos en el objetivo de esta ofrenda ‘regalo’. Algunos comentaristas afirman que esta ofrenda era representativa de una comida común, y que era tan básica que hasta una familia pobre podía darla. Al hacer esto cada día, como acto voluntario de adoración, el pueblo de Israel estaba reconociendo a Dios como el Proveedor de todas las cosas, especialmente del fruto de la tierra. A pesar de ser una ofrenda simple, el oferente podía añadir cualquier grado de amor y dedicación al prepararla.
Eso me recuerda la sencillez de los primeros cristianos, quienes se reunían cada día por las casas y en el templo para orar juntos y partir el pan con alegría y un corazón sincero. La simplicidad de su doctrina y la pureza de su fe, atraían cada día a los que habrían de ser salvos. Ellos no tenían ceremonias complicadas, ni programas cuidadosamente elaborados, ni abundancia de posesiones materiales, pero su testimonio revolucionó al mundo antiguo. Al pensar en nuestro encuentro diario con Dios, deberíamos aplicar la regla de la sencillez. Acerquémonos tal como estamos, pero acerquémonos cada día sin falta.
El apóstol Pablo escribe en su carta a los Romanos 12:1 (DHH):
“Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Éste es el verdadero culto que deben ofrecer.”
Usted y yo somos la ofrenda viva! ¿Cómo debe ser esa ofrenda? El elemento esencial de la ofrenda de granos es la actitud de quien la ofrece. Usted debe mezclar los ingredientes correctos para obtener la actitud correcta. Leamos en Levítico 2:1 (DHH):
“Cuando alguno traiga al Señor una ofrenda de cereales, deberá traer harina de la mejor calidad, sobre la cual echará aceite e incienso.”
Primero, añada harina de alta calidad, que es símbolo de un carácter aprobado delante de Dios. Tenga en cuenta que esta no era cualquier harina, sino la mejor. No podemos tomar lo sagrado con ligereza.
Luego, vierta el aceite del Espíritu Santo y amace para dar forma. El aceite representa la influencia del Espíritu en su vida. Piense que sin este ingrediente no hay ofrenda posible.
Añada incienso. El incienso bíblico es una recina perfumada que al quemarse desprende una agradable esencia. Asegúrese de que su ofrenda sea de olor fragante delante de Dios. El incienso también prefigura la oración y la adoración en la presencia de Dios.
En Levítico 2:11 leemos acerca de dos ingredientes prohibidos para las ofrendas de cereal:
“No le pongan ustedes levadura a ninguna de las ofrendas de cereales que presentan al Señor. Es más, ninguna clase de levadura ni de miel deberá ser quemada como ofrenda al Señor.”
El primer ingrediente prohibido era la levadura. La levadura es un símbolo del pecado en la Biblia, pero también representa la corrupción y la hipocresía. Jesús advirtió a sus discípulos acerca de “la levadura” de los religiosos corruptos de su tiempo. Una pequeña porción puede contaminarlo todo.
El segundo ingrediente prohibido era la miel. La miel se utilizaba para simbolizar la dulzura y la abundancia, sin embargo no se aceptaba como parte de las ofrendas quemadas. Al igual que la levadura, la miel produce fermentación. Quizá podemos ver la miel aquí como una representación de lo mundano. El cristiano no debería estar demasiado apegado a este mundo, ni a los placeres temporales que él ofrece.
Si ya lo tiene todo, ahora es momento de añadir la sal. Leamos Levítico 2:13 (DHH):
“A todas tus ofrendas de cereales debes ponerles sal, y no permitas que en tu ofrenda de cereales falte la sal de la alianza de tu Dios. En todas tus ofrendas debes ofrecer sal.”
Los pactos antiguos se sellaban con un obsequio de sal. La sal simboliza incorrupción, permanencia y fidelidad. La sal en las ofrendas era un recordatorio del pacto de Dios con los levitas. Ellos podían participar de las ofrendas de los hijos de Israel y tenían parte en las cosas santas, pues el Señor era su única herencia y se dedicaban totalmente al servicio en el Tabernáculo.
Jesús dijo que nosotros somos “la sal” de la Tierra. Eso significa que somos sacerdocio santo para Dios. La sal te identifica con Cristo en una relación muy especial, pero también habla de la responsabilidad que tenemos para con los de afuera. La sal sirve para sazonar, para preservar y limpiar. De la misma manera, tu presencia es esencial para que otros puedan venir a Cristo a través de tu testimonio y de tu influencia.
¿Recuerdas la pregunta que nos planteamos al inicio del estudio? ¿Ofrecieron Caín y Abel la misma cosa en realidad?
Sabemos que Caín ofreció productos agrícolas, mientras que Abel era pastor de ovejas y ofreció de las primeras y mejores crías del rebaño; sin embargo al describir las ofrendas de ambos, la Biblia utiliza exactamente el mismo término hebreo, es decir, ambas ofrendas fueron minjah, la misma palabra que se usa en Levítico para nombrar las ofrendas de granos. No existe evidencia alguna para afirmar que el sacrificio de Abel fue un sacrificio de sangre, más bien se nos presenta como una ofrenda viva del ganado; lo que sí sabemos con seguridad es que tanto Caín como su hermano le llevaron a Dios un regalo voluntario y en reconocimiento de su constante provisión.
¿Ahora que sabes que ambos estaban en igualdad de condiciones con respecto a sus ofrendas, dónde crees que estuvo el problema de Caín? Su problema fue un problema de actitud! Pues la Palabra nos dice que Dios miró primero al ofrendante y después a la ofrenda.
Recuerda que tú y yo también estamos en igualdad de condiciones ante Dios, sin embargo él ve lo que hay dentro del corazón y juzga de acuerdo con la intención de cada uno. Esperamos que puedas sacar provecho de esta enseñanza y comenzar a mezclar los ingredientes correctos para una actitud correcta en el sacrificio vivo de cada día.
Antes de despedirme quisiera decirte que Jesús fue la ofrenda perfecta por nosotros. Leemos en Juan 12:24:
“De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
Jesús fue el grano de trigo que mediante su muerte se multiplicó en una cosecha abundante y eterna de la que tú y yo somos parte.
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