Qué es la santidad y qué importancia práctica tiene para mí?
Todos hemos escuchado hablar de esa mujer aguantona y noble que las malas lenguas llaman 'una santa'. Las iglesias católicas están llenas de imágenes de difuntos piadosos a los que sus practicantes llaman 'santos'. Seguro has escuchado la expresión 'mi madre era una santa' de boca de algún hijo agradecido que buscaba llamar la atención sobre la bondad de una madre dedicada y generosa.
En fin, usamos la palabra santidad para describir pureza de carácter y valores morales elevados, pero es este en realidad su significado bíblico?
La santidad es uno de los temas centrales del libro de Levítico. No existe otro libro de la Biblia donde puedas encontrar tantas menciones a las cosas santas. Siendo así, puedes estar seguro de que volveremos a tocar el tema más adelante. En el estudio de hoy vamos a encontrarnos con un caso de santidad contagiosa. Sí, escuchaste bien! Se trata de una santidad que se transmite al tacto, lo que no representa la regla, sino la excepción. Comencemos leyendo Levítico 6.24-27 y 29:
24 Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
25 Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio expiatorio: en el lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de Jehová; es cosa santísima.
26 El sacerdote que la ofreciere por el pecado, la comerá; en lugar santo será comida, en el atrio del tabernáculo de reunión.
27 Todo lo que tocare su carne, será santificado...
29 Todo varón de entre los sacerdotes la comerá; es cosa santísima.
Los versículos anteriores describen la ofrenda por el pecado. Esta ofrenda era considerada cosa santísima, y parte de la dieta de los sacerdotes, quienes debían comerla dentro del atrio del Tabernáculo. Volvamos al verso 27 que dice: Todo lo que tocare su carne, será santificado... La palabra hebrea para 'santificado' aquí es qadash, que significa distinto o separado de lo común y de lo profano, consagrado a Dios. En este sentido la santidad es pertenencia, y todo lo que pertenece a Dios es por naturaleza santo.
Israel fue un pueblo llamado a la santidad desde el inicio; es decir, como posesión de Dios mismo, los israelitas debían alejarse de las prácticas paganas de los pueblos vecinos y enfocarse en una vida de adoración. No sólo el pueblo era santo, sino también sus sacerdotes y ofrendas, sus días especiales y fiestas sagradas, el Tabernáculo de Reunión y más tarde el Templo con todo su mobiliario.
Cuántas veces hemos escuchado que el pecado es en efecto contaminante; sin embargo resulta extraño que la santidad también pueda transmitirse de un objeto a otro, o inclusive de persona a persona. Veamos otros ejemplos de santidad contagiosa:
1. Las ofrendas encendidas o presentadas por fuego.
Levítico 6:18 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
18 Todos los varones de los hijos de Aarón comerán de ella. Estatuto perpetuo será para vuestras generaciones tocante a las ofrendas encendidas para Jehová; toda cosa que tocare en ellas será santificada
Levítico 6:18 Nueva Versión Internacional (NVI)
Cualquier cosa que toque los sacrificios quedará consagrada.
2. El altar del holocausto.
Éxodo 29:37 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
37 Por siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás, y será un altar santísimo: cualquiera cosa que tocare el altar, será santificada.
3. El aceite de la unción, los muebles y utensilios del Tabernáculo.
Éxodo 30:25-29 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
25 Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa.
26 Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio,
27 la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso,
28 el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base.
29 Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado.
Todas estas cosas representan a Cristo en su función de santificador. Prestemos atención a lo que nos dice el autor de Hebreos:
Hebreos 2.9-11
9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos…
La palabra santificar es el original griego hagiazō, que tiene un significado paralelo al hebreo qadash (separar de lo profano y dedicar a Dios), pero donde se añade 'purificar mediante expiación, librar de la culpa por el pecado'.
Seguramente recordarás la historia del llamamiento del profeta Isaías, donde en una visión, un ángel toca su boca con un carbón encendido del altar a fin de quitar su culpa y limpiar su pecado. De la misma forma que Isaías, todos los que hemos venido a Cristo, siendo purificados en él, somos llamados santos en el Nuevo Testamento.
Qué significa que somos santos? Significa que ya hemos sido lavados y purificados en su sangre; pero no solo eso, también implica que somos de él. Significa que hemos sido apartados del mundo y consagrados a Dios. La santidad es a quién pertenecemos. Es nuestra identidad en Cristo.
Puede que te resulte difícil de creer, pero te aseguro que si la santidad podía pasar de los objetos sagrados a las personas que los tocaban, con mayor seguridad nosotros hemos sido santificados en Cristo, el santificador. Dios no tiene en cuenta nuestra vida pasada, sino nuestra nueva vida en él, una vez que hemos sido tocados por el Espíritu Santo. Terminemos con la primera carta de Pablo a los Corintios:
1 Corintios 6:9-11 (NVI)
9 ¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.
11 Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.
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